21 de septiembre de 2022.- Hace tiempo que dejé de beber más allá de los imperativos biológicos que marca la hidratación. Mas que sería la vida sin algún pequeño exceso para tan gran noticia. Fue así que uno, que vive al límite, se tomó dos mostitos cuando supo de la supresión del impuesto de patrimonio en Andalucía. El tiempo transcurrido obedece a la resaca por falta de costumbre. Con lo que uno fue. Bueno, al lío.
Atendía así el presidente Moreno Bonilla, Juanma para los colegas, a un clamor social que ha desbordado calles y avenidas como es de común conocimiento. Por poner alguna objeción, biográfica en este caso, es que la buena nueva te pille sin más patrimonio que las monedas de céntimos que vas dejando en el cenicero y que ya no te cambian ni de bolsillo. Si a eso unes el peregrinaje de un servidor en busca de un especialista médico solicitado en marzo y todavía sin plazo de cita la cosa se envenena.
Esta lamentable situación sanitaria te obliga a rebuscar opciones privadas que te revuelven los principios y te desbaratan la ya alicaída cuenta. Puedo asegurar con conocimiento de causa que ya hay hasta cupones, tipo parque temático, para que pagues online y luego te den hora y día se supone que antes de que volvamos a ganar Eurovisión. De este modo y manera se hunde lo público para ensalzar y revitalizar lo privado.
La estrategia no es nueva, ni, por la experiencia propia, todavía no consumada, estéril. De paso, si vas te lo apuntan para que cuando defiendas la sanidad pública te digan que mucho hablar, pero que luego vas a la privada. Una encerrona que te empuja a comprender más y mejor a los asesinos en serie.
En este escenario, comprenderá Juanma que anunciar con fanfarrias que va a recortar impuestos a quienes más tienen mientras deteriora con alevosía los servicios esenciales, lejos de invitar al entusiasmo, a uno le toque bastante los cojones. Y no, no es grosería. Busco urólogo y viene muy a cuento.
