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Darwin no tuvo su día

Sello PCE
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12 de noviembre de 2022.- Cada día que pasa uno consolida la certeza de que la teoría de la evolución fue gestada por Darwin y su colegas en una noche de after o lo que correspondiera a la época. Ejemplos los hay a patadas. Por poner uno reciente, se supone -con base sólida y conocimiento de causa- que los mismos que jalean a Millán Astray son quienes aplauden con las orejas el fallo de una preclara jueza que suspende la emisión de un sello con motivo del centenario del PCE.

A estas alturas, con independencia de su alta rentabilidad electoral, por descorazonador que resulte, hacer caso a Almeida y Ayuso, una pareja que se hubiera salido en el casting de 'Dos tontos muy tontos', no deja de ser una obra social. Es tal la magnitud de sus disparates, la frecuencia de sus gilipolleces y el chorreo de su bilis, que no echar cuenta de sus rebuznos sería, sin duda, lo más razonable y sensato.

A estas alturas, con independencia de su alta rentabilidad electoral, por descorazonador que resulte, hacer caso a Almeida y Ayuso, una pareja que se hubiera salido en el casting de 'Dos tontos muy tontos', no deja de ser una obra social

Mas que sería de uno sin ser él y sus contradicciones. Las loas de Almeida a un ser tan despreciable como Millán Astray quizás tengan su explicación en el complejo de un tipo que no daría la talla, en todos los aspectos, ni como muñeco legionario. El asunto del sello, si bien no procede de manera directa de los perpetradores de la política madrileña, sintoniza con esta involución que deja a Darwin a la altura del betún.

Decir que el PCE fue pieza clave, cimiento firme, parte nuclear el paso de la Dictadura a la Democracia es tan obvio que solo desde la más descomunal ignorancia o desde la maldad y el resentimiento gratuito, constantes al alza, se puede negar.

Con apenas quince años, recién legalizado el partido en ese histórico Sábado Santo, asistí a un mitin en el cine Europa con oradores como Pasionaria, Alberti, Enrique Líster y Santiago Carrillo. Aquel acto, cargado de emoción y simbolismo, me cambió la vida. Todavía me pone un nudo marinero en la garganta recordar el canto colectivo de La Internacional. Me hice comunista de llavero y, con los años, despojado de la ortodoxia y la liturgia, en un demócrata convencido. No está de moda, pero no reniego de ello.

Detesto los totalitarismos, el de Franco y el de los soviets, adoro Cuba, pero reniego de la perpetuación del castrismo por muchos logros que alcanzara la Revolución. Y los hubo. Detesto los fundamentalismos de cualquier color. Comprar la 'progresía' por docenas tampoco va conmigo. Como los pimientos de Padrón, con unas cosas estoy de acuerdo y con otras no. Y creo y mantengo que la intransigencia es una ideología en sí misma con independencia del color.

Todo eso no me hace mejor, pero sí libre de pensamiento y se lo debo en buena parte a gentes con las que tuve la suerte de coincidir con el paso de los años. Personas torturadas, encarceladas y represaliadas por tierra, mar y aire por defender sus convicciones. Gracias a ellos uno pudo nutrir las suyas sin jugarse la vida por ello. Solo, entre comillas, por eso merecerían todo un álbum filatélico. Y que me perdone la señora jueza o me encarcele, que parece que es tendencia.

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